En llamas, en otoños incendiados,
arde a veces mi corazón,
puro y solo. El viento lo despierta,
toca su centro y lo suspende
en luz que sonríe para nadie:
¡cuánta belleza suelta!
Busco unas manos,
una presencia, un cuerpo,
lo que rompe los muros
y hace nacer las formas embriagadas,
un roce, un son, un giro, un ala apenas;
busco dentro mí,
huesos, violines intocados,
vértebras delicadas y sombrías,
labios que sueñan labios,
manos que sueñan pájaros...
Y algo que no se sabe y dice «nunca»
cae del cielo,
de ti, mi Dios y mi adversario.
Poema de Octavio Paz
Dulces hojas que se posan en el suelo donde el color abrasador
ResponderEliminarlas recoge en la frescura que emerge de la hierba fresca, dulce...donde el olor y el fuego permanecen.
Ardientes las hojas descansan
y unas manos que pasean captan
a través de sus ojos clamorosos
la energía que desprenden.
La paleta de colores amarillos, rojos, verdes que nos trae el otoño ensombrece a sus dias cortos y al frío que le acompaña.
ResponderEliminarCómo destaca ese rojo intenso sobre el verde húmedo de la hierba!